Hola, soy Marcela y soy mamá de bebés prematuros; de 3 hermosos angelitos nacidos en su semana 22 que sólo estuvieron con nosotros un corto tiempo y que ahora nos cuidan desde el cielo, y de 2 fabulosos guerreros que nos enseñan todos los días el valor del amor y la esperanza. Así que como dice una amiga, mi vida podría llenar las páginas de un libro y mi experiencia con mis triates podría llenar otro testimonio entero, por lo que en esta ocasión no hablaré de lo que ha sido para mi vivir con tres hermosos angelitos; sino más bien me enfocaré en mis dos bebés arcoíris.
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Nos enteramos que estábamos embarazados en Octubre del año pasado, después de 2 años de haber sufrido la pérdida de nuestros pequeños y, con la felicidad inmensa que viene con una prueba de embarazo positiva, también llega un temor profundo de repetir la misma historia. Todavía recuerdo el primer ultrasonido cuando el doctor nos dice “vienen dos bebés en camino, pero si fuera ustedes todavía no lo compartía con nadie” y es que teniendo nuestro historial desde el inicio sabíamos la gran posibilidad de que nuestros chiquitos nacieran antes de tiempo.
Nuestro embarazo fue diferente, tuvimos algunos riesgos. Desde el cuarto mes donde tuvimos un susto tremendo me mandaron a reposo absoluto. Sí, yo, una persona que siempre anda de arriba a abajo de repente depender de todos para todo, sin poder pararme de la cama en todo el día y todo por esa gran probabilidad de que mis bebés nacieran antes de tiempo. En mi mente pensaba “llega al menos a la semana 30 y todo será mejor” pues las circunstancias estaban puestas para que bajo ninguna circunstancia llegara a término. Entonces pasaba mis días en cuenta regresiva, repitiéndome que cada día que pasaban mis niños en mi vientre era un día más de desarrollo para ellos, aguantaba las contracciones que eran cada vez más fuertes con todo el amor y la esperanza que tenía. Leía sobre el tema, los casos de miedo y los exitosos, rezaba, meditaba… hacía de todo para prepararme para lo que sabía iba a llegar.
Entonces un martes cualquiera, llegando a la semana 28, me empecé a sentir “rara” y nos fuimos al hospital. En eso llegó el doctor y después de examinarme pronuncia las palabras que siempre tendré en mi memoria “los bebés van a tener que nacer hoy”. Realmente no estábamos preparados para lo que iba a pasar; llegaron miles de enfermeras, la familia, el anestesiólogo. Pero en eso llega el pediatra neonatólogo (era el que más me importaba a mi) y sólo nos dice que hará lo posible por sacar a los niños adelante. Entre todo el caos no sabían todavía si mi esposo podría entrar a la cirugía pues no querían que hubiera mucha gente en caso de que se tuviera que tomar medidas extraordinarias con alguno de los bebés. Mi mente y corazón entraron en pánico y literalmente comencé a temblar. No sé con qué cara me vio mi doctor pues de repente accedió a que entrara Oscar al quirófano y hasta me pusieron música mientras me ponían la epidural y me preparaban para la cirugía. Sí, mis niños nacieron en un quirófano con Pearl Jam en el fondo. Entonces dieron las 9:16 pm y escuchamos el llanto de nuestro primer niño, un sonido tan maravilloso que describirlo me es totalmente imposible. No hubo forma de que pudiera abrazarlo o besarlo, lo vi pasar muy rápido pues el doctor comenzó a hacer lo suyo de inmediato. A las 9:18 pm escuchamos el llano de nuestro segundo niño, que tampoco pude sostener en mis brazos, a él solamente lo escuché pues lo pusieron al otro extremo del quirófano y al ser el de menor peso se lo llevaron rapidísimo.
De pronto el lugar se fue vaciando, le pidieron a mi esposo que saliera, se llevaron a los niños a la Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales (UCIN) y yo me quedé con mi ginecólogo y su equipo que estaban cerrando mi cesárea. Ahí fue donde me caía el veinte, era mamá de dos pequeñitos, uno de 1.160 kg y el otro de 0.980 kg. Mi corazón se sentía cansado y triste, no era el nacimiento que había imaginado en mi cabeza, no había podido ver bien a mis bebés y mucho menos darles un beso. Llegando a recuperación todas las enfermeras me pedían que me durmiera, pero mi cuerpo no podía descansar pues no sabía qué estaba pasando con mis niños ¿cómo podía dormir sabiendo que en algún lugar del mismo hospital comenzaba la lucha de mis niños? ¿seguían respirando? ¿estarán sufriendo? Mi mente daba mil vueltas imaginando un millón de cosas. Lo único que quería era que ya me mandaran al cuarto para que me pudieran decir cómo estaban mis bebés.
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Ya entrada la madrugada me llevaron a mi habitación donde estaban mis papás, mis suegros y mi esposo; todos ya habían ido a ver a los niños a sus incubadoras. Todos menos yo. Sentía tanta envidia, yo, su mamá, estaba atada a la maldita cama sin poder verlos ni decirles cuánto los amaba. Entonces comenzó mi primer misión, levantarme lo antes posible para poder verlos. No me importaba que hubiera tenido una cirugía ni cómo me podía sentir, mis bebés me necesitaban.
Así es como viví las siguientes semanas, 50 y 55 días para ser exactos. De toda esta travesía aprendí un sin fin de lecciones, las más importantes me gustaría compartir a continuación:
1. La salida del hospital es mucho más difícil de lo que crees, pero tampoco es imposible. Cuando te enteras que la familia crece imaginas el salir del hospital con tu(s) bebé(s) en brazos. El tener que hacerlo sintiendo ese vacío y viendo a todas las otras mamis con sus niños, es muy difícil. No es nada sencillo tener esa sensación que dejas tu vida dentro de las paredes de UCIN, pero también eso te da fuerza para llegar todos los días siguientes a pasar jornadas maratónicas, algún día saldrás con tu mayor bendición en tus brazos.
2. Una caja de plástico no puede evitar que se sienta la paz y el amor. Definitivamente el conocer a tu(s) pequeño(s) a través de una incubadora jamás será lo que imaginaste. Verlo(s) conectado(s) a tanto monitor, tubos, sondas, medicinas, luciendo tan indefenso(s) es una experiencia que puede ser desgarradora en ocasiones, pero también estoy convencida que el amor de una mamá no tiene barreras y aunque te vean a través de esas paredes de plástico, ellos se sienten amados y protegidos. Hablarles, decirles lo mucho que los amas, es de gran utilidad para cada guerrero en UCIN. No dejes que esa vista te desvíe de lo importante; hacer sentir a ese ser que es amado y esperado por toda la familia.
3. Está bien sentirse triste, enojada, frustrada o desesperada. “Tienes que ser fuerte”, escuché esa frase miles de veces y como mamás muchas veces tenemos la idea de que esa fortaleza se traduce en no sentir. Mi idea antes de todo esto era que las personas fuertes no se sentían tristes o derrotadas ¡qué error el mío! Esta experiencia me enseñó que esos sentimientos son válidos y que aunque no puedes permitir que dominen tu vida por siempre, el caerse es parte de crecer. No puedes sentirte avergonzada por llorar, gritar o desesperarse; tener un bebé en UCIN no es nada fácil y hay veces que es necesario desahogarse.
4. Busca otros papás que estén pasando por los mismo. Este punto es una continuación del pasado. Aunque los amigos y familia tienen las mejores intenciones de ayudarte, muchas veces sólo las personas que hemos pasado por este camino o lo están viviendo al mismo tiempo que tú pueden realmente entender cómo te sientes. Busca grupos de apoyo, platica con los papás que también tienen sus bebés en UCIN y verás que hay muchos en el mismo barco que tú. La ayuda que se puedan dar será de mucha utilidad para lo que viene.
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5. Mi pediatra decía que los bebés prematuros son traicioneros y sí lo son; habrá complicaciones, trata de vivirlas de la manera más tranquila que puedas.
Mis cuates sobrevivieron 3 transfusiones de sangre, infecciones en sus pulmones, en sus aparatos digestivos, en sus ojos, coágulos cerebrales, válvulas del corazón con problemas, dificultades para respirar, para comer, entre otras cosas. Cuando un bebé nace antes de tiempo se pierde parte del desarrollo que necesitan y el hecho de tener que hacerlo “afuera de su mami” trae complicaciones. Un día puede ir todo viento en popa y otro puede ir saliendo todo mal. Recuerdo que cada vez que veía la llamada del pediatra en mi teléfono, mi corazón salía disparado de mi pecho y hasta algunas veces tenía miedo de contestar. Es normal, habrá complicaciones en el camino, trata de no sentirte taaaan impotente; pues aunque no somos doctores y no tenemos los conocimientos para decidir los tratamientos, podemos darle a nuestros bebés apoyo, luz y fuerza para que ellos puedan salir adelante.
6. No pasa nada si quieres poner tu vida social en pausa. Recuerdo que tenía cero ganas de asistir a compromisos sociales; algunas veces no quería ni responder mensajes o ver gente. Aunque sé que todas las personas tienen muchas ganas de ayudar y apoyar, es complicado muchas veces contar lo que está pasando y más cuando tus bebés han tenido un mal día o las noticias no son las que te gustaría dar. Es válido refugiarse en tu pareja y sólo en los más allegados, o simplemente querer estar sola. Como mamá estás viviendo uno de los momentos más complicados, haz lo que necesites para tener paz interior y no des explicaciones; los verdaderos amigos seguirán contigo a pesar de todo.
7. No te sientas ofendida cuando alguien se queja de su hij@ totalmente sano en frente de ti. Sí, eso cala mucho. Cuando una mamá se queja porque su bebé no la deja dormir o porque está cansada, muchas veces por dentro piensas “ya quisiera tener yo ese problema”. No te lo tomes personal, no porque no estén pasando el camino de un bebé prematuro, no significa que tengan la vida perfecta o todo solucionado. Como mamás debemos apoyarnos unas a otras, nada es sencillo y todo tiene su reto.
8. Refúgiate en tu pareja. Honestamente no sé qué hubiera hecho sin el apoyo de mi esposo. Muchas veces yo me sentía perdida y él me daba tranquilidad, otras tantas las cosas eran al revés. Recuerden que están juntos en esto, son equipo y tendrán que tomar decisiones, pero esto es el inicio de toda una vida llena de lo mismo. Si son creyentes recen juntos, abrásense, traten de distraerse de vez en cuando; sean cómplices en este camino que les ha tocado vivir.
9. No te quedes con ninguna duda, pregunta todo lo que necesites saber. Nada de tener uno o más bebés en UCIN es perfecto. Nada. La estadía en el hospital el difícil y más cuando tienes dudas sobre lo que está pasando. Pregúntale al pediatra, enfermeras y al personal del hospital sobre todo: diagnósticos, tratamientos, monitores, etc. Recuerdo la primera vez que uno de mis niños tuvo una desaturación y los monitores comenzaron a sonar como locos, si no hubiera sabido qué significaba cada indicador y número mi pánico hubiera sido mayor. Los bebés en UCIN muchas veces están aprendiendo a respirar y a veces se les olvida cómo, esto puede ser una situación agobiante. Si te sientes capaz pregúntale a las enfermeras qué hacer cuando esto pasa, guarda la calma y ayuda a tu bebé. Si el pánico te sobrepasa, pide ayuda. Ellas saben exactamente qué hacer, es su trabajo y son profesionales.
10. No eres culpable de lo que está pasando.
Algunas mamás tenemos el instinto de sentir culpa de cómo se dan las cosas y que nuestro(s) bebé(s) sea(n) prematuro(s). No es así. No te dejes convencer a ti misma de lo contrario. Aquí no hay culpables o “hubieras”. De todo esto aprendí que simplemente así son las cosas. A algunas nos toca vivir esta experiencia pero no por eso eres una mala mamá. En lo personal, creo que Dios no elige a cualquiera para presenciar este tipo de milagros o para valorar el don de la vida de la manera en que los papás de bebés prematuros lo hacemos.
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Tener uno o más bebés prematuros cambia tu vida y tu forma de ver la maternidad. No tengas miedo en pedir ayuda cuando lo necesites, no estás sola. Nuestros guerreros necesitan una mamá con mucha esperanza y fe. Yo soy católica creyente, así que para mi el rezar era una necesidad. Me sentía agobiada. Muchas veces todavía me siento (porque un bebé sale de UCIN no significa que deje de ser prematuro). El encomendarme en manos de Dios y de María ha sido primordial para mi y el secreto no tan escondido detrás del milagro de la vida de mis hijos.
Espero poder haber servido de algo para quien sea que esté leyendo este testimonio. Nosotros pudimos vivir los dos resultados que conlleva el tener bebés nacidos antes de tiempo. Sé que no es fácil, pero también creo firmemente en que Dios tiene un plan tan perfecto que aunque algunas veces no lo entendamos, siempre es el mejor. ¡Fuerza mami!
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